La espuma mas deliciosa que pueda haber,
casi nunca pasa, debe ser porque
no hay muchos que se preocupan tanto
en hacer un buen café.
Este gesto lo remarcaría, siempre.
El mas completo.
La primera impresión,
amargo,
del bueno. Sin pedir permiso
se vuelve dulce,
pero no invasivo.
Cuerpo, estándar.
Honesto.
Complaciendo así a cualquier antipático de mierda.
Una perfección de la que satisface al mortal.
Ni Cocteau imaginaría
este onírico mundo melifluo,
que te deja el café de mi pequeña bestia ensangrentada.
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