jueves, 18 de febrero de 2016

Nosocomio

I
La habitación que parecía tan silenciosa y reconfortante, de pronto se volvió ajetreada y ruidosa. La habitación era de pisos de manteca, tejado de vidrio, paredes opalinas, el ajetreo era cada vez mas ensordecedor, la gente discutía y se quejaba fastuosamente, otros solo esperaban en silencio a que llegue la hora de la condena, o por lo menos así eran sus caras angustiosas.
El mas reflexivo era un viejito de lentes circulares, que miraba a todos con una extraña tristeza como si supiera el destino de cada uno de los que estábamos ahí, de pasos seguros pero sigilosos, su acompañante, también una vieja, era diametralmente opuesto, tenía un gesto como de oler mierda, y cada 5 minutos se tapaba los oídos, como si el mas mínimo ruido le zumbara incontroláblemente en su cabeza (hay un sujeto pestilente que esta parado enfrente de mi desde que comencé el relato)
Hay una mujer retoño con la alegría e inocencia de un arco iris, que no para de temblar, me exaspera.
Le llego el turno al viejito y su acompañante maloliente, espero que les vaya bien.
En el extraño comité no falta nadie, también hay dos muchachitas que no paran de reírse, enseñando sus dientes blanquesinos, cuales margaritas.
(El sujeto pestilente se acaba de ir)
Llego mi turno.

II
El doctor, un tipo insoportable de pocas palabras, ah pero no crean que no me gusta la gente así, para nada, sino que en el caso de los médicos es necesario que te hable y claramente por cierto, para que a uno no le quede dudas, y sepa bien si esta salvado o condenado, a excepción de todos los médicos, este no es así. En fin, este tipo después de mirar 3 horas los resultados del estudio que me hice el mes pasado, dice secamente, gastritis crónica. Ya tenía una idea de lo que sería eso, porque me lo había advertido, pero supongo que la sordera del momento provocado por el miedo, me llevo a preguntar, ¿qué es eso? -Que es de por vida, te vas a tener que cuidar de por vida - Condeno él. Y eso por si no saben, es nada de panchos y hamburguesas en la pancheria del puerto a la salida o entrada de un recital, y mucho menos ponerles ají bien picante como frecuento hacerlo, nada de catar birras sin saber catar birras (también se aplican para los vinos) nada de las cositas dulce que son las únicas cosas que me salen mas o menos bien en la cosina, como los bizcochuelos, scones y chipacitos, ya que todos llevan manteca y por supuesto nada de café todos los días y ni pensar en repetir esos días de 20 tazas de café los días que llueve, esta parte es la que mas me dolió, y me sigue doliendo, puntualmente porque hace poco se compro un frasco de 170g de café Dolca, para batir, el grumosito, así si, también me duele el bolsillo, en tiempos de crisis uno no esta para joda.




Esto cuento/relato/ficción/realidad, no tiene moraleja ni es bello estéticamente ni nada, pero si hay algo que encuentro productivo es contar mis desgracias, no tan personales, espero que se ría o se angustie lo que sea.


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