Estaba con Ramiro en el café que esta por Pellegrini, el único café decente en esta condenada ciudad, provincia de cactus, y estúpidas palomas.
Ramiro me comenta, como siempre, que este lugar esta infectado de libros hasta la coronilla, todos sumamente interesantes, te podías encontrar con libros de pinturas de Caravaggio, los paisajes de Murakami, la vida de Pizarnick, la sapiencia de Borges y hasta al pelotudo de Stephen King, en síntesis libros para todo el público ¿cómo puede ser que no haya mas gente en el Leteo de la realidad?- Me preguntaba consternado.
Yo lo contesto, casi volcando el café, que la gente que vive acá es muy estúpida para este lugar.
- Deberíamos matarnos si somos tan inusuales... Balbuceaba Ramiro.
- Che, no digas pavadas, ¿queré?
Él se queda mirando el techo, con los ojos en blanco , conozco esa mirada perdida, una mirada ahogada, como si quisiera gritar. No es la primera vez que lo veía así.
Ramiro se ha intentado suicidar toda su vida, desde los 6 años, cuando le dijeron por primera vez que todos íbamos a morir, él, no lo pudo creer.
Siempre lo vi como alguien muy sensible, demasiado para este mundo.
- Se terminó el café , ¿pedimos otro, y mas bizcochuelo? - Le digo.
- No che, me tengo que ir... se me hace tarde - Dijo paulatinamente.
Y como una niebla, se esfumó.
Pague la cuenta y decidí seguirlo, cautelosamente para que no me vea, aunque no era necesario, el caminaba como si no existiera nadie a su alrededor, movía las manos como si hablara con alguien.
A medida que lo seguía, doblaba esquinas y seguía derecho, sentía que habían pasado horas.
¿Será que el tiempo esta mas lento?¿O acaso estoy entrando en la mente de Ramiro? Donde todo ocurre con una parsimonia frustrante. Amontonaba estas preguntas en mi cabeza mientras lo seguía, hasta que sin darme cuenta estábamos en un lugar completamente extraño. Los edificios se vieron consumidos por la vegetación del suelo, algunos estaban del todo verdes, otros hasta tenían flores y pájaros.
Y me pregunto de nuevo ¿estaré en la mente de Ramiro?
Seguí caminando, hasta que entramos en un bosque, o eso parecía, porque había algunos postes de luz y casas casi irreconocibles, por tanta vegetación, hasta que de repente perdí a Ramiro, pero noté que el suelo estaba húmedo y se notaban las huellas que estábamos dejando, así que seguí las huellas, y estas terminaron en una pequeña casita de madera.
¿Estaré soñando? el mundo de Ramiro era tan onírico... Cuando entré en la casa, el estaba parado en frente mio, mirándome, como si todo este tiempo sabía que lo seguía, y aún así me dejó seguirlo, y entrar en su mente.
- Me voy a ir, no me esperes en el café mañana.
Quedé atónito, no atiné a decirle nada, las palabras se me atoraron en la garganta.
- He estado viviendo en un desierto, sintiéndome como un árbol seco, como un pájaro que no puede volar, y como un pincel sin usar... solo me queda irme. Adiós.
- Adiós Ramiro.
Seguido a esto, Ramiro se pegó un tiro en la sien, y desapareció.
Desapareció como se desaparecen las ideas infundadas, como una brisa, o como un hilo de humo saliendo de un cigarrillo.
*Del latín, el hombre huye como sombra.
Departamento Insonoro
"y lo único noble son lo árboles, que envejecen apartándose de los hombres para recoger el cielo entre sus brazos" Roberto Arlt
miércoles, 19 de octubre de 2016
lunes, 13 de junio de 2016
Una flor muerta
Hojas dedicadas a la agonía, tan profunda que sucumbió ante la muerte, cuadno el letargo se vuelve atroz...(inconfundiblemente atroz)
Perfida la muerta, nos ha dejado con ganas a todos de ver como era. Pero los condenados no estan lejos y sienten su aroma. Ella les habla en el idioma de los bosques, el de las ramas y las hojas.
Esto tenía que ser una florcita, pero en vez de secarse se murió así que le dediqué unas palabras.
sábado, 7 de mayo de 2016
El Parnaso - Contado por Eurínome
Concebido por Cleodora y Poseidon , Parnaso era el primer oráculo de Delfos, que dio nombre a dicho monte, ahí habitaban las mas idionisiacas musas, pero ahora es nuestra morada, vestida de caliza y bauxita, como lucía en sus orígenes.
El Parnaso nos brinda todo lo que queremos, su vista panorámica de hierva fresca, cultivos de viñedos y cebada, llenan nuestro espíritu de magnanimidad, por las noches se pueden ver todas las constelaciones, y los ojos de Domenico brillan, irradiando toda su pureza, siempre le digo que es la pintura mas perfecta, iluso aquel que intente representarlo.
¡Santo sea nuestro Parnaso, eterno Jardín de las Delicias! ¡Nuestra hermosa proporción áurea! la gota de neoclasicismo para la realidad.
El Parnaso se siente como el amor que mueve el Sol y las estrellas. Es límpido y melifluo como el alma de un picaflor o un querubín. Vivo como tormenta de Velázquez. Eleva el ánima como la Suite de Bach no1.
Todas estas pasiones, contemplan nuestras mentes,¡estamos movimos por pasiones! enteramente dichosos.
martes, 5 de abril de 2016
Declaración de Michel Mourre (escrita por Serge Berna)
Hoy, Domingo de Pascua en el Año Santo,
aquí, en la insigne Basílica de Notre-Dame de París,
yo acuso
a la Iglesia Católica Universal del mortal desvío de nuestra fuerza viviente
en favor de un cielo vacío;
yo acuso
a la Iglesia Católica de estafadora;
yo acuso
a la Iglesia Católica de infectar el mundo con su moral muerta;
de ser el virus del Occidente putrefacto.
Y en verdad yo os digo: Dios ha muerto.
Vomitamos el hedor agonizante de sus oraciones,
porque sus oraciones han sido el humo grasiento sobre los campos de batalla de nuestra Europa.
Crucemos este desierto trágico y exaltemos esta tierra donde Dios ha muerto,
y labrad de nuevo la tierra con vuestras manos desnudas,
vuestras manos orgullosas,
vuestras manos impías.
Hoy, Domingo de Pascua en el Año Santo,
aquí, en la insigne Basílica de Notre-Dame de París,
proclamamos la muerte de Cristo-Dios, para que al fin el Hombre pueda vivir.
9 de abril de 1950 (día de Pascua) durante una misa en la Catedral de Notre Dame de París.
aquí, en la insigne Basílica de Notre-Dame de París,
yo acuso
a la Iglesia Católica Universal del mortal desvío de nuestra fuerza viviente
en favor de un cielo vacío;
yo acuso
a la Iglesia Católica de estafadora;
yo acuso
a la Iglesia Católica de infectar el mundo con su moral muerta;
de ser el virus del Occidente putrefacto.
Y en verdad yo os digo: Dios ha muerto.
Vomitamos el hedor agonizante de sus oraciones,
porque sus oraciones han sido el humo grasiento sobre los campos de batalla de nuestra Europa.
Crucemos este desierto trágico y exaltemos esta tierra donde Dios ha muerto,
y labrad de nuevo la tierra con vuestras manos desnudas,
vuestras manos orgullosas,
vuestras manos impías.
Hoy, Domingo de Pascua en el Año Santo,
aquí, en la insigne Basílica de Notre-Dame de París,
proclamamos la muerte de Cristo-Dios, para que al fin el Hombre pueda vivir.
9 de abril de 1950 (día de Pascua) durante una misa en la Catedral de Notre Dame de París.
viernes, 11 de marzo de 2016
El despertar del Opiáceo
A Fabricio
Un ser surgió del arroyoextraña cabeza pútrida
como si fuese barnizada
con tinta de moras.
Pegada a su piel mortecina
tenía algunas hojas de algas
y un poco de barro fresco.
Abrió sus parpados y sus labios
muy lentamente
dejando ver unas formas esféricas
de color verde musgo
hasta llegar
a los tallos
y ver con claridad tres hermosas
amapolas.
¡El flâneur perdido! ¡El boticario solitario!
¡Pero con qué gracia levita del arroyo!
jueves, 10 de marzo de 2016
Emiliani
Emiliani se encontraba en el bar donde iba cuando se sentía pequeña
pero cómoda, absorta de los tristongos que la rodeaban
lo admite, ella también tiene cara de orto
pero esos idiotas... se las ingenian para andar mal, siempre
viven creyendo que todo es poesía y se nutren de ese pensamiento
para camuflar su estupidez.
¡asshhh!
Ni al dadaísmo le caen bien esos infelices.
Su barcito,
(el que esta por Yrigoyen casi Rioja)
tiene luces embotelladas
suelen ir violinistas gritonas
burgueses descompuestos
estrafalarios exquisitos
mozos tranquilos y no lugareños
y demás gentuzas.
Le gusta disecar hojas
mientras se dopa de elixir ámbar y fresco.
Una noche, fue al barsucho al que todos iban
dijo que quería ir a probar suerte
por ahí se equivocaba y resulta que el bar de todos, si estaba bueno.
"La Pequeña Pizarnick"
Lugar oscuro, luces dicroicas y amarillas en las columnas
en el medio, luces con pantallas cuadradas
mezas redondas de vidrio, con patas de metal
sillas, un poco mas bajas que los hombros para apoyar los brazos.
La carta era una perfecta colección de todo lo que busca el borracho por selección:
vinos de Alsacia, Fuller, Amaretto, Strega, Licor de Orujo, Absenta, Akvavit, Cointreau, Bodegas, Callia, DiSaronno, Plum Dew, Antares, Calvados, los Johnnie Walker, Aguamiel, Moutai, vinos San Felipe y el infaltable Amargo Obrero
Todos estaban presentes, algunos los conocía y a otros... ni la mas pálida idea.
Las trillizas de Opalina, siempre vistosas por su belleza estaban en una mesa aparte, cercanas a ellas estaba Diego, un pobre infeliz con un pincel clavado en el ojo. En la barra estaba don Jacinto, su vecino, un señor agradable que se fabrica su propia mermelada de pomelo, junto a él, el viejo Caronte, aparentemente disfrutando de su whisky. Los hermanos Prokopiuk estaban en un rincón, con las ropas raídas, con algunos moretones, no apartaban la vista de la mesa, la cual tenía unos dibujos y planos, se pegaron un susto cuando apareció Scappini, pero se miraron cómplices al ver que traía un oporto. En otra mesa, estaban Felipe y Fibo riéndose a carcajadas y derramando café por todos lados.
Cuando se percata, Emiliani ve a Rojo detrás de ella, con una sonrisa.
- Eh te ves distraída... sigues siendo tan observadora como siempre- Dijo el.
pero cómoda, absorta de los tristongos que la rodeaban
lo admite, ella también tiene cara de orto
pero esos idiotas... se las ingenian para andar mal, siempre
viven creyendo que todo es poesía y se nutren de ese pensamiento
para camuflar su estupidez.
¡asshhh!
Ni al dadaísmo le caen bien esos infelices.
Su barcito,
(el que esta por Yrigoyen casi Rioja)
tiene luces embotelladas
suelen ir violinistas gritonas
burgueses descompuestos
estrafalarios exquisitos
mozos tranquilos y no lugareños
y demás gentuzas.
Le gusta disecar hojas
mientras se dopa de elixir ámbar y fresco.
Una noche, fue al barsucho al que todos iban
dijo que quería ir a probar suerte
por ahí se equivocaba y resulta que el bar de todos, si estaba bueno.
"La Pequeña Pizarnick"
Lugar oscuro, luces dicroicas y amarillas en las columnas
en el medio, luces con pantallas cuadradas
mezas redondas de vidrio, con patas de metal
sillas, un poco mas bajas que los hombros para apoyar los brazos.
La carta era una perfecta colección de todo lo que busca el borracho por selección:
vinos de Alsacia, Fuller, Amaretto, Strega, Licor de Orujo, Absenta, Akvavit, Cointreau, Bodegas, Callia, DiSaronno, Plum Dew, Antares, Calvados, los Johnnie Walker, Aguamiel, Moutai, vinos San Felipe y el infaltable Amargo Obrero
Todos estaban presentes, algunos los conocía y a otros... ni la mas pálida idea.
Las trillizas de Opalina, siempre vistosas por su belleza estaban en una mesa aparte, cercanas a ellas estaba Diego, un pobre infeliz con un pincel clavado en el ojo. En la barra estaba don Jacinto, su vecino, un señor agradable que se fabrica su propia mermelada de pomelo, junto a él, el viejo Caronte, aparentemente disfrutando de su whisky. Los hermanos Prokopiuk estaban en un rincón, con las ropas raídas, con algunos moretones, no apartaban la vista de la mesa, la cual tenía unos dibujos y planos, se pegaron un susto cuando apareció Scappini, pero se miraron cómplices al ver que traía un oporto. En otra mesa, estaban Felipe y Fibo riéndose a carcajadas y derramando café por todos lados.
Cuando se percata, Emiliani ve a Rojo detrás de ella, con una sonrisa.
- Eh te ves distraída... sigues siendo tan observadora como siempre- Dijo el.
viernes, 26 de febrero de 2016
La de ojos blancos
Su piel cetrina, resquebrajada, se estaba destrozando como su alma, corrompida.
Temblaba y dirigía su mirada en ningún lugar, sus manos parasitarias, no paraban de moverse. Pero su voz, su voz era lo que mas te destrozaba, era una voz muy áspera, adolorida, decía que había muerto su hijo.
Habían matado al chico, sin piedad, descuartizándolo como quien corta a un pollo, o se diseca un sapo. La mujer, desesperada tocaba en todas las puertas del barrio, gritando ¡Mataron a mi hijo!
La palidez y los labios secos de aquella mujer espantaban a todos. Como si ella también hubiera muerto, perdida en todas las tristezas. Como un árbol seco, quedó silenciada.
Temblaba y dirigía su mirada en ningún lugar, sus manos parasitarias, no paraban de moverse. Pero su voz, su voz era lo que mas te destrozaba, era una voz muy áspera, adolorida, decía que había muerto su hijo.
Habían matado al chico, sin piedad, descuartizándolo como quien corta a un pollo, o se diseca un sapo. La mujer, desesperada tocaba en todas las puertas del barrio, gritando ¡Mataron a mi hijo!
La palidez y los labios secos de aquella mujer espantaban a todos. Como si ella también hubiera muerto, perdida en todas las tristezas. Como un árbol seco, quedó silenciada.
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